viernes, 25 de noviembre de 2005

Son cosas de la edad


No sé si pesan los años o los kilos, si es la edad, la mala forma o el exceso de trabajo, pero cada vez estoy más cansada. También puedo echarle la culpa a la gran ciudad, todo el día corriendo de un lado para otro.

Esta mañana ni siquiera consigo recordar si oí el despertador, lo apagué y me dí media vuelta, o qué fue lo que realmente pasó. Sospecho que sí, porque pocos minutos después de la hora habitual me incorporé en la cama de un salto, sin todavía estar despierta ni consciente de nada.

Llevo una semana bastante agitada y con alguna salida nocturna, pero antes aguantaba mucho más. Si yo era la que siempre mantenía que la primera noche sin dormir no se notaba mucho y se arreglaba con algo de café, que er a partir de la segunda consecutiva sin acostarse cuando elcuerpo protestaba. Y aquí estoy, toda la semana para el arrastre.

Al volver del verano estuve tomando vitaminas, buscando culpables en mi alimentación desordenada: pizzas y chocolate, además de estar haciendome engordar (ya está, otro problema que nunca había tenido), me estaban debilitando. Y es más fácil tomar unas pastillitas que cambiar de vida...

Mientras, cierta persona me llama Bridget (al menos no fumo)

Llega el fin de semana y quisiera que mis planes fueran dormir. Pero de momento ya tengo un ordenador al que el disco duro ha dicho no va más, compras que hacer, limpiar la casa en algún momento, una visita a la Plaza Mayor el domingo, Animadrid que me hacía ilusión ir, y Harry Potter que seguro que lo tengo que dejar para más adelante. Mejor no pensar en libros esperando porque si me tumbo en el sofa, caeré muerta.

La tarde será larga y poco productiva, pero es lo que les gusta aquí. Cumplo órdenes.

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